
Él nació como una promesa, una flor macilenta que creció entre la maleza parásita y el duro invierno, que sobre sus hojas derramaba escarcha. Eh ahí el porqué de su mal aspecto marchito; entre sus pétalos se veía la impotencia del que no comprende la violencia continua;
La mirada resentida por el frío traicionero,
Las mentiras y gritos de sus padres embusteros
El caminar pesado por la lluvia implacable,
El yugo de la ciudad, decadencia imparable,
Y en sus brazos lucía largas yagas,
Orgullosas marcas de batallas pasadas.
Él nació como una promesa y así esperó, jamás se rindió. “Yo seré un roble” un día de niño prometió. Las risas alrededor estremecieron el jardín como el trueno anunciante de la tormenta atroz, pero así fue: el rayo cayó, y la flor llena de voluntad y de sol se negó.
Negó el mundo que le habían mostrado en un proyector, negó el mal y sobretodo el bien. Negó la verdad y el camino, en realidad nunca quiso el pan ni el vino.
El amor lo arrojó llorando en un riachuelo, despidiéndose de todo dulce concepto que a la mente alguna vez, sirviera de consuelo.
Cuando hubo terminado la terrible tarea, miró sus pies, ya hechos raíces de roble. Y miró sus brazos, convertidos en enormes ramas abrazando pájaros.
Deslizó sus hojas un instante más allá de las nubes del sur, y dejó que el sol benigno acariciara su verde corazón, con la llama de la belleza más pura, sin esperar retribución.
Fue tal su voluntad y su amor, que derramó semillas y una flor, en el césped en donde cuando niño tanto lloró.
Entrado en años el roble-flor quiso cambiar de forma, fue mar y fue montaña, trigo y cizaña, fue piedra, junco y río, pero como gaviota se quedó.
Como buena gaviota voló, y voló… sin prisa ni ocio, preguntándose: ¿cómo será mi inefable final?
Y a la misma morada de Dios llegó, y al verlo sentado, desocupado, así le habló:
- Me construí una voluntad, mi padre el sol me ayudó, y en ella viajé hasta aquí sin querer. Aprovecho de avisarte, Dios, que allá abajo en la maleza se pasa de lo peor, la inmundicia crece, el medio prevalece sobre el fin y es cosa de locos, la violencia impera y la mentira es su inherente aliada.
- No me interesa.
Respondió El.
Debes tener tus buenas razones para ello –suspiró la gaviota-, pero dime entonces, gran sabio: ¿Qué será de mí ahora que llegué a tu gracia? ¿Cuál será mi final? ¿Es este el fin último de cada ser?
¡Dime que mi búsqueda ah finalizado, que nada más grande puede ser alcanzado!
A lo que Dios repuso con molestia:
- Dejad de llamarme de tantas formas diferentes que me encuentro ocupado, ya bien por tus propios medios has llegado, al igual que yo. La tierra fue mi entretención por un momento, cuando me aburrió la deje a su suerte, jamás pensé que alguien de allá llegaría a molestarme hasta acá, constantemente escucho sus quejas. Si me dejas en paz te diré: ni siquiera yo conozco la cima, no existe tal cosa, solo hay camino y voluntad, si quieres un final, estás perdido, intenta con la muerte tal vez te haga sentir mejor.
Boquiabierta la gaviota comprendió, y un pensamiento antiquísimo se le vino a la mente: “Hágase la luz, y la luz se hizo”.
Sin perder mas tiempo (si es que eso existe) se precipitó hacia abajo con tal fiereza que su cuerpo se tornó de fuego, de fuego azul brillante, y cayó con el mayor estruendo jamás oído en el universo, cayó sobre la tierra verde como el rayo, y su retumbar fue tan fuerte que salpicó el rocío y resbaló la escarcha de los pétalos de una flor, que crecía entre la maleza.